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11/1/16

El nacimiento de una nación (I): El desafío catalán


   Ayer, lo queramos o no, fue un día histórico en el estado español. Sí, estado, porque eso de nación no se lo cree ya ni el tato. De hecho hay que ser muy crédulo para creerse semejante patraña, ya que España no ha sido nación en su vida. Y nunca han estado unidos ni los que decían eso de “una grande y libre”. Pudimos comprobar el sábado anonadados como a última hora Cataluña no repetía elecciones autonómicas y se ponían de acuerdo para avanzar hacia un proceso de ruptura con el estado y hacia la independencia de Cataluña. Y eso aun teniendo en cuenta que los partidos independentistas no suman la mayoría en votos aunque si la mayoría de escaños en el nuevo parlamento catalán.  Continúa, pues, un proceso de revolución democrática unilateral, cuando digo democrática me refiero a que no hay violencia revolucionaria en las calles por parte de los independentistas y los tanques aún no han salido a  las calles, aunque ganas a Rajoy y los suyos seguro que no les faltan. Sobre todo al fascista de Albiol.

   Ayer, el nuevo presidente catalán, Carles Puigdemont, defendió en su investidura una hoja de ruta calcada a la pactada por los partidos secesionistas bajo la tutela de Artur Mas. El nuevo Gobierno no solo defenderá proclamar la independencia en 18 meses, sino también los pasos de la declaración de ruptura invalidada por el Tribunal Constitucional (recordemos, un tribunal de partido, del PP, que se inventó una ley, que apoya el PSOE, para poder empapelar y encarcelar a políticos catalanes, y de cualquier sitio, sin necesidad de consultar con el parlamento). El discurso de Puigdemont defendió la creación de las estructuras de Estado previstas en la declaración anulada por el Tribunal Constitucional, como la Seguridad Social catalana, el banco central de Cataluña o la Hacienda propia. Puigdemont sostuvo que no es tiempo para “cobardes” y se definió como presidente de la “posautonomía y de la preindependencia”. O sea, un personaje de transición. Puigdemont fue elegido con los votos de los 62 diputados de Junts pel Sí y ocho de los anticapitalistas de la CUP. “Visca Catalunya lliure”, dijo nada más ser votado. Dos diputados de la CUP se abstuvieron y los 63 que suman Ciudadanos, el PSC, el PP y Catalunya Sí que es Pot votaron en contra. Puigdemont aseguró que su Gobierno tendrá la misión de “negociar con el Estado español” y con las autoridades europeas la constitución de un Estado en Cataluña. Insistió en que cuenta con Mas para esa misión.

   La CUP dejó claro que su apoyo está condicionado estrictamente a que se avance hacia la ruptura con España. Su portavoz, Anna Gabriel, se mostró amable en la forma, no lo fue en el fondo: “Carles, tienes el reto de abrir el proceso, de hacer el proyecto más transversal, pero sin demoras innecesarias. Tenemos que cerrar etapas que no podemos volver a abrir. Tenemos la oportunidad de comenzar un nuevo camino”. Y avisó, tuteando en todo momento al candidato: “Tienes 18 meses”. El discurso de Gabriel también sirvió como autodefensa frente a quienes acusan a la CUP de haber renunciado a sus valores: “Eso son lecturas partidistas”, dijo, para rebatir esa interpretación del pacto entre las dos formaciones, antes de dirigirse a los “ilusos enterradores de la CUP”, porque la formación “no ha venido a desaparecer”, dijo. La CUP quiso dejar claro que no acaba de fiarse del sustituto de Artur Mas. La diputada Anna Gabriel calificó su apoyo de “gesto de confianza” a favor de la república catalana, el proceso constituyente y el rescate social. La parlamentaria sí garantizó la “responsabilidad necesaria” para cumplir el pacto que su grupo ha cerrado con Junts pel Sí.

   Mas ha empezado la casa por el tejado, escogiendo a Carles Puigdemont como su sucesor en la Generalitat. La maniobra, forzada por el veto de la CUP, puede cambiar la tradición de liderazgo en Convergència. Que Puigdemont asuma la presidencia no significa que Mas renuncie al liderazgo del partido. El ya expresidente incluso se plantea volver a presentarse a las elecciones: “Es una puerta que queda abierta”.

   El presidente en funciones, Mariano Rajoy, reafirmó anoche, tras hablar con los líderes del PSOE y de Ciudadanos, que el Estado está ahora más fuerte y unido para responder al mismo desafío separatista, defendido ayer por el nuevo president, Carles Puigdemont, que seguirá la vía de Mas: “El discurso soberanista no ha cambiado pero, en estos dos meses, se ha constatado la fortaleza del Estado de derecho. Tenemos más instrumentos que nunca para defender nuestra unidad. Las principales fuerzas políticas estamos de acuerdo”. El programa separatista expuesto en el Parlamento catalán ahora por Puigdemont es igual al que expuso hace dos meses, el pasado 9 de noviembre, en la misma sede parlamentaria el anterior presidente catalán, Artur Mas, y que luego el Tribunal Constitucional anuló en su integridad por ilegal y que “ha dejado sin efecto”. El jefe del Ejecutivo recalcó que España es una “nación libre, madura, europea y consolidada” y que él no permitirá que “nadie se arrogue poderes ilimitados y sin control fuera de la Ley y de la democracia”. Por esa razón, por su obligación y convicción, Rajoy avanzó que ha dado “instrucciones para que cualquier actuación que pueda adoptarse por parte del nuevo Gobierno de Cataluña, de su presidente, de su Parlamento o de cualquier institución, que suponga la vulneración de la Constitución y del ordenamiento jurídico para que tengan la respuesta del Estado de derecho”.

   Rajoy sostiene que el proyecto soberanista en Cataluña no ha cambiado nada, pero sí cree que este periodo ha servido “para mostrar más fortaleza en el Estado de derecho y sus instituciones”. Mantiene que el Gobierno central y los organismos estatales, en referencia clara indirecta en este caso a la reforma de la ley orgánica que regula el funcionamiento del Tribunal Constitucional, han ganado fuerza y tienen “más instrumentos”. A los ciudadanos les intentó transmitir un mensaje de tranquilidad y firmeza: “Ni se va a abrir un proceso constituyente al margen de la Ley, ni se van a crear estructuras al margen de las legítimas del Estado. El Gobierno no dejará pasar ni una sola actuación que suponga contravenir la unidad y la soberanía”. Rajoy intentó contactar también con el líder de Podemos, Pablo Iglesias, pero no lo consiguió y le llamará hoy. 

   Como vemos Rajoy sigue sin hacer nada, sin dar soluciones al desafío independentista catalán, y ante el mismo promueve lo mismo: seguir sin hacer nada. Ahora, eso sí, sin mayoría absoluta, busca que le apoyen en su inacción, ciudadanos y PSOE, y parece que no están tanto por la labor como el cree.
(Continuará)...

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